Como agua para chocolate.
No siempre tenemos a mano los ingredientes de la felicidad. Tita lo había aprendido desde pequeña, cuando crecía en la cocina con Nacha y se le le negaba toda posibilidad de vida propia desde su nacimiento. Pero también aprendió que los ingredientes no son lo más importante para cocinar un buen plato, sino todo el amor con que seas capaz de hacerlo. Sus platos no sólo tenían el poder de deslumbrar por sus sabores y texturas. Su tristeza, su alegría, su deseo o su dolor a la hora de prepararlos que contagiaban irremediablemente a todo aquel que los probaba.
A través de esta alegoría que vincula con maestría los sentimientos y los elementos culinarios, asentaba en la tradición del realismo mágico y la recreación de la cultura mexicana, Laura Esquivel se convirtió en una de las escritoras más importantes de la narrativa en español.