LA ESFINGE DE LOS HIELOS
Si, como era el deseo de su padre, Julio Verne, al acabar la carrera de derecho en París, hubiese ejercido como abogado en su ciudad natal, Nantes, la novela científica hubiese perdido a uno de los máximos representantes, y hoy día, títulos como Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino, La vuelta al mundo en 80 días. Los hijos del capitàn Grant, un capitán de 15 años, y tantos otros, no formarían de nuestra cultura literaria.
Cientos y cientos de lectores, a través de más de un siglo de existencia de las obras de Verne, no hubiesen disfrutado con sus grandes aventuras, viajando en globo, sumergiéndose en las profundidades del océano, yendo de la Tierra a la Luna o conociendo el interior de una mina de diamantes.
Pero, afortunadamente, Verne, enseguida tuvo muy claro lo que quería: escribir. Y esta voluntad, anida a sus grandes conocimientos científicos, a su increíble imaginación, a su capacidad de premonición para “ver” el futuro y a su técnica narrativa que consigue captar al lector e introducirle en el relato, hacen de Julio Verne uno de los autores más leídos y populares de todas las épocas.