París no se acaba nunca.
Ser joven en París en los años setenta y escribir una primera novela en una buhardilla alquilada alquilada a Marguerite Duras en la rue Saint-Benoit es un aprendizaje tan literario que parece inventado. Volver décadas después y retratar a un aprendiz de escritor en un permanente en estado de desesperación imposada que imita a sus ídolos literarios de los cafés convierte a esta novela iniciática en un homenaje de la desilusión y la esperanza de los años de juventud.
El joven Enrique Vila-matas pasea por el barrio de Saint-Germain-des-Prés fingiendo ser un escritor maldito, espía la vida de bohemia de sus amigos artistas y escucha desconcertado los consejos de su casera en un francés superior que no entiende, mientras se despide de la poesía y de la felicidad de la escritura imaginaria.
Enrique Vila-Matas incorpora un bellísimo prólogo a una de sus novelas más divertidas cuando se cumplen diez años de su publicación. El relato autobiográfico de sus primeros pasos literarios nos invita a adentrarnos en uno de innumerables pasajes parisinos como quien entra, con la elegancia y la naturalidad de su prosa más irónica en la vida de un escritor que no se acaba nunca.